miércoles, 10 de febrero de 2016

Conquistas todavía frágiles


“Siquiera  existieron esas mujeres porque si no dónde estaríamos”, le dijeron sus dos hijas a mi amiga al salir de la sala de cine donde acababan de ver Sufragistas.  “Entonces estaríamos nosotras dando la pelea”, les respondió ella.  Cierto, pero también muy cierto que la conquista de nuestros plenos derechos y su ejercicio en igualdad de condiciones y consideración sigue siendo una victoria frágil que necesita nuestro empeño a fondo si queremos sostenerla.

Podemos elegir y ser elegidas, nos integramos a la vida laboral, ejercemos nuestros derechos sobre nuestro cuerpo, parimos cuando queremos, y si no queremos no parimos, somos científicas, artistas, profesionales, intelectuales, amas de casa, mujeres de negocios, políticas, dependientas, vendedoras, secretarias, ejercemos mil oficios; todas ellas conquistas más o menos homogéneas en occidente porque lo mismo no puede decirse de las mujeres en oriente, esclavas todavía de los hombres, apoyados en la alienación de la religión.

Tenemos compañeros que se arremangan y acometen con nosotras, o sin nosotras, las tareas del hogar, que disfrutan de las licencias de paternidad, que no tienen miedo de expresar su ternura, que reconocen nuestra inteligencia y que recurren a ella; que saben, como Saramago, que además de los sueños de los hombres es la conversación de las mujeres la que sostiene el mundo.

Es decir, hemos logrado mucho, pero falta aún muchísimo, porque lo que tenemos está en riesgo por el machismo, ese veneno atávico de la especie, como muy bien lo definió esa magnifica persona, escritora y periodista, que fue Silvia Galvis. 

Veneno que fluye y que nos acaba la vida. Son cientos sino miles los feminicidios que se cuentan a diario en todos los puntos del planeta.   En Ciudad Júarez, en México, somos asesinadas en una total impunidad, hasta contar cientos.  En Colombia las estadísticas dicen que cuatro mujeres pierden la vida cada día. En Ecuador más de la mitad de las muertes violentas son de mujeres.  En España sólo en enero hombres embrutecidos le quitaron la vida a ocho mujeres, que fueron sus compañeras.   Y así podría seguir.

Pero no sólo nos ocasiona la muerte física, que es el extremo.  A diario nos enfrentamos a prácticas machistas que buscan causarnos un dolor más profundo que la muerte misma, como son el asesinato de los hijos, las violaciones reiteradas, las humillaciones extremas, cimentadas en la violencia doméstica e intrafamiliar, esa que se ejerce de manera silenciosa, que perpetúa el machismo, y que no siempre sale a la luz.

Y si seguimos recogiendo, de lo más abismal a lo más cotidiano, nos encontramos que para sobresalir las mujeres tenemos que demostrar dos y tres veces más valía que un hombre.  Que en promedio nuestros salarios siempre son menores.  Que no pocas veces en los espacios públicos muchos hombres hacen burla de nosotras, aunque luego lo disfracen, con sorna, de inocentes chistes. Y que en el mundo de los negocios, valga un solo ejemplo,  muchas decisiones se toman en espacios considerados como masculinos; nunca en un costurero, que seguimos tipificando como femenino –minusvalorado por tantoaunque Ítaca se salvó porque Penélope tejió y destejió, protegiendo así el trono.

Y si levantamos la mirada a las vallas publicitarias o a la televisión encontramos que las mujeres seguimos siendo moneda de cambio. Nos ofrecen para vender automóviles, bebidas, fama, prestancia, placer; nos ofrecen porque sí y porque no.

Y peor aún, que entre todo lo que se vende, y se sigue comprando, está la imagen de una mujer a disposición del macho, sin otro objetivo que complacerlo.  Y todavía peor, que muchas de las jóvenes que crecen en estos tiempos idealizan este papel y quieren interpretarlo.

Lo dicho por Silvia Galvis, el machismo es el veneno atávico de la especie, al que no somos inmunes ni siquiera la mujeres que somos sus primeras víctimas y al que tenemos que hallarle una cura.  Son muchos nuestros logros, pero muy frágiles todavía. Tenemos que trabajar y trabajarnos, hombres y mujeres, hasta que se erradique la última gota del veneno y, entonces, la igualdad sea no sólo letra escrita sino letra viva.

4 comentarios:

  1. Y denunciar la excesiva prudencia y cautela (interesada?) en toda expresión literaria y filosófica española sobre la situación de nuestras hermanas en los países musulmanes.

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