miércoles, 3 de febrero de 2016

El planeta afiebrado


Los cerros del oriente bogotano arden desde hace dos días.  Una nube de humo se extiende desde el centro hasta el occidente de la ciudad. Igual a la que se extendió en diciembre pasado en Asturias y Cantabria, en el norte de España, causada por una oleada de fuegos producto de las altas temperaturas, ¡en pleno invierno!  

A dos mil seiscientos metros sobre el nivel del mar, en las cumbres de Los Andes, la ropa de abrigo con que se sale a las calles ha sido sustituida en el día por camisetas playeras. En la noche se vuelve a necesitar de la cobija de lana. 

En diciembre pasado los moscovitas extrañaban su Plaza Roja. No había hielo. No había nieve. Ni un centímetro.  Mientras esto les pasó a ellos, en Estados Unidos, hace apenas diez días, una tormenta de nieve paralizó Nueva York y Washington.

Australia cerró e inició el nuevo año bajo la amenaza de inundaciones diluvianas. En el norte de la isla continente las autoridades alertaron a la población porque los cocodrilos, arrastrados por las lluvias, se acercaban peligrosamente a las zonas habitadas.

Las terrazas de los bares en Madrid, rebosan. Esto parece una primavera, y no un invierno que debería ser gélido.

Son los síntomas de un planeta que padece fiebre, y la fiebre es un síntoma de alerta.  No se trata sólo de fenómenos naturales que deberían conducir a lo largo de miles de millones de años a la tierra a una nueva glaciación.  Y tampoco de un estado mental creado por el fenómeno de que ahora vivamos, gracias a la información, en una aldea global donde lo que sucede en el otro lado del mundo es ajeno sólo si queremos.

Lo saben los científicos que miden estos cambios y también los gobiernos que se comprometieron hace menos de dos meses en París a hacer lo necesario para que de aquí al fin del siglo el planeta no aumente su temperatura en más de dos grados.  Mentiras porque saben que ya aumentó grado y medio.

La tierra está enferma. Necesita con urgencia un antipirético.  Más personas que piensen en su futuro y tomen medidas que no son fáciles.  No es fácil meter en un cubo de agua fría a alguien que arde, pero sí necesario. Algo así es lo que se pide cuando se habla de bajar los frenéticos ritmos de producción, de frenar el consumo desaforado, de cambiar el imperativo de la economía por el de la vida, que es, al fin y al cabo, el imperativo primordial como especie que somos. ¿O esperaremos a que el planeta se agrave y, para salvarse, estornude y con el estornudo expulse al homo sapiens que lo está contaminando?

2 comentarios:

  1. Los cuatro elementos se rebelan: fuegos, inundaciones, deshielos, huracanes, terremotos, contaminación... Y guerras, desplazados, catástrofes, pobres cada vez más pobres y ricos súper ricos.... Y humanos a los que no les importa sacar provecho de las desgracias.
    Maldita especie depredadora.
    Estornuda, tierra, estornuda antes de que te reventemos.

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  2. "Nos dice la Escritura que Caín fundó una ciudad, mientras que Abel, como si sólo peregrinase en la Tierra, no fundó ninguna"
    San Agustín, Civ. Dei XV, 1

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