Acabo de ver en la pantalla de mi computador algunos de los testimonios –actuados por profesionales– que hacen parte de la campaña #NoMásViolencia, liderada por el Centro de Memoria Histórica en Colombia. Es un día frío, gris, apenas para acompañar las voces de hombres y mujeres recogidas en muchísimas zonas de la geografía nacional, contando las mil y una formas de una barbarie que parece que no tiene fin, pero sí rostros, dolores, soledades, sufrimientos incontables, heridas imborrables en el cuerpo y en la psique.
Necesitaremos años de paz y generaciones dispuestas a curar el corazón.
Me dispongo a escribir mi blog y , entonces, encuentro una nota de mi diario de hace casi cuatro años. La trascribo como otro testimonio más de esa Colombia que muchos, quiero creer que una inmensa mayoría, soñamos distinta, aunque la realidad parezca dibujárnosla de otra manera:
“Septiembre,
martes 4, 2012
María
Kodama, la viuda de Borges, dice hoy en la primera pagina de El Tiempo que lee
poco porque no hay nada nuevo en la literatura. Agotamiento lo llama. Cita a Rubén
Darío y a Borges, no habla de García Márquez, que inventó una nueva manera de
narrar. María Kodama lo dice de la literatura, porque la realidad no se
agota. En la misma pagina donde reseñan su opinión publican:
El
ajusticiamiento del jefe guerrillero Grannobles por las FARC, en enero pasado,
luego de un juicio revolucionario, según la Corporación Arco Iris. Estaba
acusado de borracho, fiestero, putero y perdedor en un combate contra el ELN.
La
saña con la que desconocidos quemaron a María Berenice Martínez, en Santa Bárbara,
Antioquia, acusándola de brujería, como si estuviéramos en el medioevo. Las
pruebas eran los testimonios de adolescentes locas que decían que se les aparecía
en sueños, que las miraba y las enfermaba y también las bolsas negras donde María
Berenice llevaba al mercado las
artesanías que elaboraba y las cabuyas que usaba como su materia prima de
producción. El instigador, un brujo que les aseguro que la manera de acabar con
el mal era quemándola. Y la quemaron, luego de desnudarla en el patio
de su casa campesina, frente a sus seis perros que debieron aullar, ladrar,
enloquecerse de dolor, así su vecina mas cercana diga que no vio ni oyó ni olió
nada.
Y
el asesinato de la reina de la coca, cuando salía de una carnicería en el
barrio Belén, en Medellín. De Griselda Blanco dicen que era insaciable en
sus apetitos, sobre todo de sangre y de dinero. Que mató a uno de sus
maridos porque se le torció y quiso apropiarse del negocio, que llamó a uno de
sus hijos Michael Corneone, en honor de El Padrino, que era una institución
del delito cuando Pablo Escobar estaba robando carros, y no incursionaba aún en
el mundo de la droga, y que conoció el lujo como pocas. Ahora tenia la
apariencia de una abuela de 69 años, después de haber purgado veinte años de cárcel
en los EU. Los últimos ocho que paso con un bajo perfil en Colombia, no
la salvaron de las dos balas que la alcanzaron en la cabeza. Las crónicas
dicen que había ordenado la muerte de al menos 250 personas.
Quizá
la Kodama tiene razón: se agota la manera de contar porque lo que es la vida la
supera con creces”.
PD.
No más violencia es también no más ignorancia, no más delito, no más dinero
fácil, no más corrupción, no más impunidad, no más silencio ni más aguante.
Y yo diría también, después de sentir el escalofrío que me produce esa barbarie: no más maldad cargada de ignorancia, no más maldad llena de fanatismo, no más maldad alimentada en los dogmatismos religiosos o políticos... Y si, si hay algo cada día nuevo: nuestras pequeñas o grandes elecciones en las que decidimos si construimos o destruimos, si acogemos o rechazamos, si miramos a otro lado o nos comprometemos, si luchamos o si nos dejamos derrotar...
ResponderEliminarQuiza aún exista la esperanza.
Ojalá